Hoy, como millones de mujeres en el mundo, nos sumamos a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, para recordar que aún es necesario trabajar en pro de los derechos de las niñas, adolescentes y mujeres en movilidad, tanto como para visualizar la labor que como defensoras de derechos humanos y trabajadoras humanitarias realizamos día con día.
Durante la experiencia migratoria, las niñas, adolescentes y mujeres migrantes, desplazadas, solicitantes de asilo y refugiadas recurren a estrategias de viaje más clandestinas que otras poblaciones; además, continúan inmersas en las estructuras desiguales de poder, por lo que las relaciones que sostienen permanecen afectadas por diferentes violencias, como la violencia sexual y la violencia estructural de género.
El estudio Migrantes en tránsito por México: Derechos sexuales y reproductivos, realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública de México (2011), estimó que, de 750 personas migrantes entrevistadas en un albergue en Tapachula, el 8.3 % de las mujeres encuestadas reportaron relaciones sexuales forzadas durante su viaje y el 28.2 % informó haber intercambiado relaciones sexuales por bienes o servicios; sin embargo, muy pocas sobrevivientes reportan el daño que han sufrido, por la presión de mantenerse a salvo en su tránsito e integración en México, por temor a ser revictimizadas y por la falta de un procedimiento accesible y efectivo de denuncia.
De igual forma, reconocemos que es indispensable visibilizar y alzar la voz para que la violencia física, psicológica, sexual, política y estructural de género de la que ellas vienen huyendo y experimentan en su integración no siga afectando su vida. Hacemos un llamado a combatir la impunidad y el desmantelamiento de espacios de atención coptados por el Estado, para que tengan acceso a la justicia, a espacios seguros, a servicios públicos, pero sobre todo, para que puedan ejercer sus derechos humanos.
A través del acompañamiento se han visibilizado algunos avances sobre los que vale la pena reflexionar, tales como los vínculos comunitarios entre mujeres en movilidad, organizaciones de la sociedad civil y otros colectivos de mujeres en situación de vulnerabilidad, dando como resultado la desnormalización de conductas violentas de género, la toma de decisión sobre su proceso, su capacidad de agencia, destreza y conocimiento y, a su vez, la sororidad entre mujeres que propicia un ambiente de apoyo y confianza mutua.
Buscamos que, desde el acompañamiento y el trabajo humanitario que realizamos, se puedan seguir tejiendo redes con sociedad civil y organizaciones aliadas para impactar positivamente en la vida de las personas refugiadas, y con ello, contribuir a la transformación de otro mundo posible.

Autoras: Las autoras son integrantes de la colectiva de trabajadoras humanitarias de Programa Casa Refugiados.
Imagen: Marcha del 8 de marzo de 2020. Programa Casa Refugiados, A.C.