Construyendo una Casa para la Paz
Nuestra Casa no está terminada; es más, no aspiramos a poder mirarla terminada, sino a mantener nuestra apuesta y esfuerzos en torno a la construcción cotidiana y permanente que, sin embargo, nos permite ya, habitarla y compartirla.
Así, de igual manera, entendemos en Casa Refugiados el trabajo por la Paz, como un camino que, al acompañar y ser acompañado tanto por personas desplazadas por la violencia, como por personas solidarias, ha ido dando sentido a este andar y un horizonte al cual se enfila nuestro caminar.
Nuestra apuesta inicial no era generar una organización, del mismo modo que ahora nuestro fin en sí mismo tampoco es desarrollarla, sino ser un medio para nuestra apuesta: la Paz.
Iniciamos este andar hace varios años, impulsados por la indignación ante el costo brutal de la violencia, así como por el asombro ante la vida. Fue la experiencia de personas en condición de vulnerabilidad debido al desplazamiento por violencia la que motivó, desde antes de constituirnos como Asociación Civil, a visibilizar en diversos entornos, principalmente educativos y religiosos, la situación y los derechos de personas refugiadas, así como a promover una cultura de solidaridad y respeto a su dignidad.
Este trabajo de sensibilización llevó a profundizar y entender que estas acciones ampliaban horizontes y sentidos en el marco de un trabajo por la Paz, entendida no solo como un horizonte al que se aspira sino también como una práctica cotidiana en la convivencia solidaria y fraterna desde la diversidad; reto y oportunidad que asumimos al iniciar la gestión de una pequeña biblioteca, medio olvidada en medio de un parque de la Ciudad de México y poco a poco transformada, modelada y habitada como una Casa: la Casa de los Refugiados, como se conoce hoy.
Dar vida y habitar esta Casa marcó profundamente nuestro camino, al invitarnos a profundizar en las diversas posibilidades que se generaban de una actitud de apertura al camino compartido tanto con personas desplazadas por diferentes formas de violencias (solicitantes de asilo, refugiadas, migrantes y desplazadas), como con personas solidarias en la sociedad de llegada (voluntarios, vecinos, religiosos, empresarios, autoridades, entre otros).
Fue así como a lo largo de este camino se fueron generando lazos y tejiendo redes entre diversas personas y colectivos involucrados: Promotores Interculturales, Promotores de integración y miembros de la Red Abriendo Puertas que impulsaron, en colectivo, oportunidades tanto para la acogida como para la estancia y, en su caso, integración psicosocial.
Estas actividades, basadas en un perfil educativo, permitieron en el camino asumir de manera más formal acciones orientadas a brindar atención humanitaria, principalmente a personas solicitantes de asilo y refugiadas. En este sentido, la colaboración y el trabajo en redes con diversas instancias tanto religiosas como de la sociedad civil, así como con academia, autoridades de los tres niveles y organismos intergubernamentales, principalmente, la oficina en México del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), han sido decisivos en medio de un contexto cada vez más complejo, para poder hacer un poco más por las personas desplazadas por violencia.
Después de aquellos pasos iniciados hace ya varios años, a principios de los años 80, en un contexto todavía de guerra fría y ante conflictos reconocidos que implicaron, entre otras consecuencias, la llegada a Chiapas de comunidades guatemaltecas refugiadas, enfrentamos ahora retos muy complejos en contextos en los que preocupa la creciente vulnerabilidad de la población civil ante el brutal accionar de actores violentos, particularmente redes criminales transnacionales que, muchas veces, con la complicidad o indiferencia de autoridades, generan escenarios considerados como conflictos no convencionales y en los cuales los diversos gobiernos tienden a deslindarse de sus obligaciones de protección con la población civil, a partir de marcos internacionales de protección (Derecho Internacional de los Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario y Derecho Internacional de los Refugiados).
Es en este escenario en el cual, como Casa Refugiados, queremos seguir tratando de entender nuestro caminar en este recorrido y proceso, que nos permite humanizarnos en nuestra historia y humanizar nuestra historia. Es entonces que reafirmamos que no es nuestro fin la organización sino ser un medio desde el cual seguimos apostando por la construcción de la Paz.
Estamos convencidos de que solo trabajando en equipo y en redes podemos hacer más y mejor nuestro trabajo por la Paz. Una Paz que, partiendo del alto costo que tiene la violencia, tiene que apostar a la prevención de la misma, desde un trabajo educativo que dé herramientas para construir la Paz, así como visibilizar las causas de la violencia.
Al mismo tiempo reconocemos que, mientras construimos la Paz, la violencia tiene un costo humano que implica la necesidad de dar atención humanitaria a todas las víctimas y sobrevivientes de diferentes formas de violencia.