Papeles de paz
Luis Jorge Arnau1
Vine a Sallent porque me dijeron que acá había nacido mi padre, un tal Juan Arnau. Podría haber empezado así un libro, pero Rulfo se me adelantó. Ni modo. Y lo hizo de manera excepcional. En mi caso, ese recorrido por tierras catalanas no es reciente, pero lo recordé hace unos días, al leer historias sobre migrantes a causa de guerras, desplazados por la violencia, apátridas involuntarios. Un conflicto civil arrojó a quien más tarde sería mi padre a un océano de distancia, cuando apenas tenía diez años. Con la familia en trozos, llegó a un sitio sin pasado para él, sin vínculos ni recuerdos, que lo miraba receloso, como sucede a la mayoría de los asentados en tierra ajena.
Por supuesto que el caso de mi padre no ha sido el único. En casi todas las familias hay un desplazado, un refugiado, un viajero forzado de ida sin regreso. El carácter de Juan se forjó en la orfandad nacional, que sobrepuso al decidir amar a este país de una manera que pocos nacidos en esta tierra han hecho y convirtiéndose en un mexicano profundo, comprometido y leal, que le iba al Atlante, amaba los frijoles por sobre todas las cosas y creó una familia mestiza que siguió creciendo con bisnietos que no pudo conocer, pues murió muy joven.
Podría hablar mucho sobre él, pero esta vez me acerco a quienes están a la deriva en el planeta y reciben desde acusaciones infundadas hasta agresiones directas de parte de quienes nos sentimos dueños del trozo de tierra que pisamos. Seguramente no vienen solo los bien portados, pero la enorme generalidad de los desplazados lo que más cargan sobre la espalda es miedo.
Quienes vemos hoy pasar a millares por nuestros caminos en busca de paz, trabajo, seguridad o supervivencia actuamos como hace veinte siglos, suponiendo un peligro a nuestra tranquilidad con la presencia de los ajenos, que, en realidad, son propios, heredados de otros sitios. Y, sin embargo, muchas religiones se estructuran alrededor de un migrante o un perseguido: Jesús lo fue, como Moisés, Mahoma o Buda, venciendo ataques y vida como extranjeros.
Entiendo que es un fenómeno que a veces nos supera, pero quizá muchos de quienes rechazan a las personas migrantes y refugiadas no han tenido el infortunio de ser arrojados al vacío. Suerte la suya. Al menos yo, en homenaje a mi padre, los veo como los seres humanos que son, compatriotas de planeta, en busca de su lugar en el mundo.
1 El autor es escritor y editor. Es director de Paralelo 21 y de la revista Mexicanísimo.
Imagen: Puente sobre el río Llobregat en Sallent, Cat., España. todocolection.net
Unas pocas palabras, pero todo un mensaje lleno de razón, reflexión y verdad para cuestionarnos. Gracias, Luis Jorge
Paulina Gómez 3 mayo, 2022 at 9:08 am
¡Qué difícil abrazar al desconocido! Gracias por compartir.