El registro de personas solicitantes de la condición de refugiado
El registro de personas solicitantes de la condición de refugiado
Nombre, fecha de nacimiento, sexo, país de origen, nacionalidad. Hasta aquí, sin mayor problema. Fecha de salida del país de origen. Aquí es en donde las cosas empiezan a complicarse. La persona frente a mí conoce el dato exacto del día de su salida, quizá la hora también. Noto que su mente se aleja del escenario en el que estamos por un par de segundos. ¿Qué situación evoca al recordar la fecha? No lo sé. Fecha en la que tomó la decisión de salir de su país. Ahora el alejamiento no es por dos segundos, sino por 15 o 20, su mirada se detiene en la esquina de la mesa, pero no la observa, se ancla ahí para viajar internamente y de forma inevitable a su país, a ese momento, a esa situación, a esa decisión. Titubea y da una fecha. Me mira. No sabe si explicar algo o esperar a que yo le pregunte otra cosa. Tampoco sé qué experiencia evoca al recordar la fecha, ni lo sabré nunca. No hay tiempo.
No hay tiempo porque, además de la persona que está frente a mí, hay otras cuatro sentadas frente a otras tantas colegas de Programa Casa Refugiados (PCR) que, como yo, están haciendo el prerregistro de personas en el sistema de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) para iniciar el trámite de Solicitud de Reconocimiento de la Condición de Refugiado. En el espacio habilitado como sala de espera hay alrededor de 60 personas, y otras seis u ocho ya han concluido el prerregistro, pero deberán volver dentro de unos días para la entrevista, en la que explicarán ampliamente su caso y se les dará la Constancia de Solicitud. Entonces, habrá tiempo.
La persona frente a mí habla español y es un alivio para ambas porque la comunicación fluye bien. Antes de ella, pasó una pareja de personas que hablaban portugués y después llegarían otras que hablaban creole ꟷmuy poco parecido al francés, contra la creencia generalizada―. Unas personas apoyarían con las traducciones, pero lo más eficaz sería la aplicación móvil de traducción de texto con la que un colega de PCR resolvería cuando no lográbamos avanzar.
«¿Cuándo podré traer a mis hijas pequeñas? Ellas me preocupan; la grande no, pues ya tiene 15 años, pero las pequeñas, sí». La madre no lleva ni un minuto sentada frente a mí, apenas estoy registrando el nombre, cuando este desasosiego la asalta. Corrección: no, no es un desasosiego, ni tampoco la asalta, como si ese pensamiento apareciera de repente. Es una angustia que lleva cargando no sé desde cuándo, y la externa frente a mí, con ojos de entiéndeme, por favor. Creo entenderla y, aunque no hay tiempo, trato de mostrarle que hay una solución, que sus hijas podrán estar con ella. Mi colega de PCR, mucho más experimentado que yo, ve mi aflicción en este intento y le explica calmada y claramente los pasos para la reunificación familiar, llegado momento. Continúo con el registro, pero mi alma ya se está llenando de imágenes de las niñas que están quién sabe en dónde y con quién, quizá con buenos cuidados, pero lejos de su madre. Poderosa debe haber sido la causa para haber salido sin ellas. En eso, ¡zas!, cometo un error en su nombre en el registro, más preocupada por las niñas que por lo que tecleo. Me doy cuenta de los problemas que le puede causar esa equivocación y mi colega lo corrige.
La entrevista que tendrá próximamente, ¿prefiere que se la haga una mujer, un hombre o le es indiferente? «Una mujer», responde, sin dudarlo, la siguiente persona en registrar. ¿Cuál es la razón de esta preferencia? No formulo la pregunta, la omito deliberadamente y, en el reducido espacio de respuesta, escribo Sin especificar. ¿Cómo podría ella, en tan escaso tiempo, externar esa razón? Sabemos que muchas personas huyen de situaciones de violencia sexual y por motivos de género (VSG) y ella puede ser una víctima sobreviviente. O tal vez no lo sea, pero su preferencia para la entrevista bien podría ser un indicio, y no hay tiempo para abordarlo adecuadamente. No me revela nada, aunque lo intuyo. Le repito que su preferencia quedó registrada y le recalco que el día de su entrevista así será. No hay tiempo para más, pero lo habrá.
La lengua materna de la siguiente persona es el creole, pero intentamos comunicarnos un poco en español, otro poco en francés y otro tanto en portugués, a veces mezclando los cuatro idiomas. Me tardo más, pero tengo que estar bien segura de lo que registro. En su afán de darse a entender, al abordar la toma de la decisión de salida de su país, no distingue entre fecha y causa, y habla por unos minutos de la extorsión de la que ha sido víctima. Lo escucho. No comprendo los detalles, pero todo me queda claro. No hay más tiempo, pero no hace falta.
¿Tiene un lugar seguro en dónde dormir? «No». ¿Cómo puedo pasar a la siguiente pregunta después de haber escuchado y registrado esta respuesta? ¿No hay forma de canalizarla a algún lugar? No, no hay forma. Tampoco hay tiempo. ¿Tiene alguna necesidad de salud importante en este momento? La había escuchado toser y me confirma tener dolor de garganta. La acompaño a la carpa de Médicos Sin Fronteras, instalada en el espacio de la sala de espera, y me quedo con la grata seguridad de que, al menos, esa necesidad podrá ser resuelta ahora mismo.
Después de varias horas haciendo registros, mi colega de PCR me consulta si podría quedarme una media hora más. Le respondo que sí. Pienso que podría quedarme otra hora más, o dos o tres, con tal de registrar a más personas, pero la probabilidad de cometer errores aumentaría con el cansancio y sería contraproducente.
Al terminar, salgo y veo la fila que hay en el exterior del edificio y calculo que es de más de cien personas, de todas las edades. ¿Cuándo pasarán al interior a hacer su prerregistro? ¿Cuándo tendrán su entrevista? No hay tiempo, solo hay personas con suficientes motivos para ser reconocidas como refugiadas.
1 La autora es conflictóloga y colaboradora de Programa Casa Refugiados y de La Morada.
IMAGEN: Alma Paz.
Sofia Freyria P 24 febrero, 2023 at 4:13 pm
Que relato más estrujante! El tiempo lo que hecho es que el problema se vuelva gigantesco. No podemos quedarnos indiferentes